Estudios Sánscritos

proyecto: estudios sánscritos
humanismo, educación y filosofía

Prof. Óscar Andrés Cortés Cisneros

EL PROYECTO DE ENSEÑANZA DE LA LENGUA SÁNSCRITA Y LA CULTURA ÍNDICA se circunscribe dentro del pensamiento humanista, que discierne en el ser humano capacidades y facultades tanto afectivas como intelectivas únicas, las cuales son dignas de ser valoradas por sí mismas. Desde esta perspectiva teórica, el humanismo propone la necesidad de una sabiduría práctica con ideales tales como la integridad, la simpatía, la honestidad, la nobleza, el valor, la fortaleza, el conocimiento y el amor, ya que estos valores son indispensables para la conservación de la vida humana y la prevención de la catástrofe psicológica individual y mundial. Así, pues, la educación humanista proporciona un camino pedagógico a favor del florecimiento integral del ser humano, el cual se relaciona con el desarrollo constante de su personalidad, aptitudes y virtudes para la defensa de la libertad de pensamiento, la búsqueda sincera de la verdad, el cultivo de la inteligencia y el fomento de la felicidad en el mundo.

Cuando reflexionamos sobre el vocablo humanismo y sus inflexiones lingüísticas tanto en español o castellano como en otras lenguas (v. gr. latín, catalán, italiano, francés, inglés, alemán…), descubrimos una polisemia vasta que deriva hacia una anfibología y distintas interpretaciones, las cuales pueden llegar incluso a la contradicción (Ibáñez-Martín 1989, 36-50). Sin embargo, pese a la existencia de diferentes y numerosos tipos de humanismos, se pueden identificar aquéllos que son auténticos, porque presentan características homogéneas entre sí más allá de una categoría delimitada en la historia de la humanidad: el Renacimiento. Las propiedades inmanentes tales como la dignidad del hombre, la nobleza de su libertad, la búsqueda de la sabiduría práctica, la divulgación y el cultivo de las artes y las ciencias, y el amor por la armonía en el cosmos. Por consiguiente, la filosofía del humanismo trasciende el tiempo y el espacio en su devenir histórico.

Además, estas constantes antropológicas se pueden identificar en pensadores de distintas culturas, periodos históricos y localidades en el mundo, quienes conservan la tradición de una ética humanista o bien una filosofía práctica. Según estas cualidades inherentes del movimiento humanista, reconocemos su presencia en el pensamiento de Ptah-hotep (ca. 5ª dinastía, s. XXIV a.e.c.), Ani (ca. 18ª dinastía, s. XVI-XIV a.e.c.), Zarathustra Spitama (ca. s. XI?-VIII? a.e.c.), Vasiṣṭha (ca. s. XV?-X? a.e.c.), Gargī (ca. s. VIII o VII a.e.c.), Yājñavalkya (ca. s. VIII o VII a.e.c.), Isaías (ca. 765?-695? a.e.c.), Pāṇini (ca. s. VII?-IV? a.e.c.), Pitágoras (ca. 570-490), Confucio (ca. 551-479 a.e.c.), Mahāvīra (ca. 497?-425? a.e.c.), Buda Gautama (ca. 480?-400? a.e.c.), Protágoras (ca. 490-420 a.e.c.), Hipócrates (ca. 460-370 a.e.c.), Sócrates (470-399 a.e.c.), Platón (429?-347 a.e.c.), Aristóteles (384-322 a.e.c.), Zenón de Citio (ca. 336-264 a.e.c.), Marco Tulio Cicerón (106-43 a.e.c.), Lucio Anneo Séneca (4 a.e.c.-65 e.c.), Marco Fabio Quintiliano (ca. 35- ca. 96 e.c.), Plutarco (ca. 45-120 e.c.), Epícteto (ca. 50-135 e.c.), Plotino (ca. 205- ca. 270 e.c.) e Hipatia (ca. 370- ca. 415 e.c.). Si bien es cierto que hay aspectos heterogéneos en sus sistemas de pensamiento, cada uno de ellos comparte características homogéneas en lo referente a la indagación filosófica y científica en torno al sentido del ser y la materia, la filosofía de la moral y el sentido de la vida humana. Cuestiones que se resumen finalmente en la pregunta por la naturaleza o esencia del hombre de acuerdo con el pensamiento kantiano. Debido a lo cual, todos estos pensadores representan un grupo relevante de lo que podríamos llamar humanitas antiqua. En este periodo histórico, el hombre antiguo se alzó con su dignidad para inquirir sobre la verdad, la sabiduría perenne y alcanzar su propia libertad espiritual.

Asimismo, podríamos mencionar a otro grupo egregio de representantes de humanismos —hasta cierto punto también es una selección arbitraria—, quienes aparecieron siglos después en diversos contextos culturales, como el profeta Mani (ca. 216-274/277? e.c.), Severino Boecio (ca. 475/7-526 e.c.), Diṅnāga (ca. 480–540 e.c.), Śaṁkara (688-720 e.c.), Śāntideva (ca. 685?-763? e.c.), al-Kindi (ca. 800–870 e.c.), al-Fārābī (ca. 870-950/1 e.c.), Abol Qasem Ferdousí (ca. 940-1020 e.c.), ibn Sīnā (Avicena) (ca. 980-1037 e.c.), Zhōu Dūnyí (1017-1073), Zhāng Zài (1020-1077), Rāmānuja (ca. 1017?-1137? e.c.), ibn Bayyah (Avempace) (ca. 1080-1139 e.c.), ibn Tufail (ca. 1105-1185 e.c.), ibn Rušd (Averroes) (ca. 1126-1198 e.c.), Suhrawardī (ca. 1154-1191/1208? e.c.), Moisés Maimónides (ca. 1138-1204 e.c.), ibn al-Arabī (ca. 1165-1240 e.c.), Fakhr al-Dīn Ibrahīm ‘Irāqī (ca. 1213-1289), Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (ca. 1207-1273), Meister Eckhart (1260-1328), ibn Jaldún (ca. 1332-1406 e.c.) y Wang Yangming (1472-1529 e.c.). Aunque evidentemente hay más humanistas, esta línea de filósofos ilustres nos dirige por su influencia directa hacia uno de los senderos donde la luz del humanismo adquirió una nueva refulgencia en tierras itálicas. Como se mencionó con anterioridad, el término humanitas se refiere igualmente a un movimiento filosófico formado grosso modo entre los siglos XV y XVI durante el Renacimiento Italiano, entre sus precursores destacan Dante Alighieri (1265-1321), Guido Cavalcanti (1258-1300) y Francesco Petrarca (1304-1374). Después, la difusión del movimiento humanista fue dirigida fundamentalmente por Nicolás de Cusa (1401-1464), Lorenzo Valla (1407-1457), Marsilio Ficino (1433-1499), Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), Angelo Poliziano (1454-1494), Rodolfo Agrícola (1422-1485), Antonio de Nebrija (1444-1522), Leonardo da Vinci (1452-1519), Johannes Reuchlin (1455-1522), Pietro Pomponazzi (1462–1525), Erasmo de Rotterdam (1467-1536), Thomas More (1480-1535) y Juan Luis Vives (1492-1540). En seguida, la consumación del humanismo renacentista europeo se concluyó por Michel de Montaigne (1533-1592), Giordano Bruno (1548-1600), Johannes Kepler (1571-1630), Pierre Charron (1541-1603), Justus Lipsius (1547-1606), Francisco Sánchez (1562-1632) y Tommaso Campanella (1568-1639). A partir de las ideas de estos grandes pensadores, el humanismo se recreó para pregonar la dignidad del hombre en las lenguas vernáculas en Europa.

A grandes rasgos, en los siglos próximos el humanismo siguió creciendo en distintas naciones hasta consolidarse como un movimiento propiamente universal. El movimiento humanista se difundió a través de Baruch Spinoza (1632-1677), Galileo Galilei (1564-1642), Isaac Newton (1642-1727), Immanuel Kant (1724-1804), Juan Andrés y Morell (1740-1817), Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), Johann Gottfried Herder (1744-1803), Friedrich Schiller (1759-1805), Friedrich W. J. Schelling (1775-1854), Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855), Karl Marx (1818-1883), Max Müller (1823-1900), León Tólstoi (1828-1910), Wilhelm Dilthey (1833-1911), Charles Sanders Peirce (1839-1914), William James (1842-1910), John Dewey (1859-1952), Rabindranath Tagore (1861-1941), María Montessori (1870-1952), Karl Gustav Jung (1875-1961), Albert Schweitzer (1875-1965), José Ortega y Gasset (1883-1955), Karl Jaspers (1883-1969), Étienne Gilson (1884-1978), Sarvepalli Radhakrishnan (1888-1975), Alfonso Reyes Ochoa (1889-1959), Jiddu Krishnamurti (1895-1986), Lev Vygotski (1896-1934), Jean William Fritz Piaget (1896-1980), Erich Fromm (1900-1980), Henry Corbin (1903-1978), María Zambrano Alarcón (1904-1991), Jean-Paul Sartre (1905-1980), Albert Camus (1913-1960), Robert Charles Zaehner (1913–1974), Martin Luther King Jr. (1929-1968), Raimon Panikkar (1918-2010), Umberto Eco (1932-2016), Hans Küng (1928-2021), Noam Chomsky (1928) y Enrique Dussel (1934). Las diversas tradiciones humanistas en el mundo muestran el constante llamado hacia la vida y la dignidad del ser humano. La herencia cultural escrita y oral, el patrimonio tangible e intangible, es central para la formación escolar en la multiculturalidad con una pedagogía humanista y científica. La nova studia humanitas —como podríamos llamarla en memoria de Cicerón— se expande desde las bellas artes y las ciencias del espíritu o ciencias sociales y humanidades hacia todos los horizontes de las ciencias exactas y aplicadas, y también a las ciencias de la vida y los campos interdisciplinarios.

Dicho todo esto, podríamos sintetizar que la tradición humanista consiste en un sistema filosófico abierto, cuyos presupuestos reconocen al ser humano como un ente especial en el esquema general del mundo. Los humanistas conceden una relevancia central a la educación para el desarrollo integral de la personalidad y los talentos individuales, unen la ciencia con la poesía y la cultura con la democracia. De igual modo, los humanistas lideran la defensa de la libertad del pensamiento, el cultivo de la inteligencia por su propio valor intrínseco y por los valores morales en la aplicación práctica de sus frutos en el área de las ciencias y las tecnologías, así como en los sistemas sociales, económicos y políticos. El humanismo considera que es posible vivir confiadamente sin certezas de tipo religioso o metafísico, ya que todas las ideas y creencias están abiertas a revisión y corrección. Al mismo tiempo, piensa que el bienestar solo se logra cuando hay una comunicación abierta, disposición al cambio, crítica constructiva y el consenso libremente alcanzado. Por un lado, el humanismo podría acaso situarse cerca de sistemas de pensamiento que consideran a la humanidad como un grupo dependiente del orden natural desde una perspectiva supernatural o metafísica. Y, por otro lado, este se opone a una visión científica, cuya postura antropológica, observa al hombre como parte del orden natural en paridad con los demás seres vivientes (Audi, 2004: 507-508). El humanismo crítico busca el justo medio y el equilibrio armónico. Nada en exceso (Μηδὲν άγαν; Ne quid nimis). No se refiere a una escuela única de pensamiento o un simple conjunto de ideas y creencias, sino a un modo de ser y contemplar el mundo. En efecto, el humanismo es una tradición viva que se redefine constantemente por la autocrítica y su configuración gradual a lo largo de diferentes momentos históricos.

A pesar del rotundo fracaso para la consciencia del ser humano por la hambruna, la pobreza (material y espiritual), la trata de personas, las dos guerras mundiales y los genocidios perpetrados en el siglo XX, el reconocimiento asertivo de los actos irreparables y las injusticias inenarrables confirman de nuevo la necesidad perenne del humanismo universal para la resolución de los conflictos nacionales e internacionales en el siglo XXI. En tiempos de guerra, los países europeos se reunieron para repensar los sistemas educativos en la Conferencia de Ministros Aliados de Educación (Conference of Allied Ministers of Education, CAME), Reino Unido (1942). Al terminar la segunda guerra mundial, la CAME convocó una Conferencia de las Naciones Unidas para el Establecimiento de una Organización Educativa y Cultural (1945). La reunión de 44 países finalizó con la consolidación formal de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que predica la cultura de la paz mediante la educación, la ciencia y la cultura. La UNESCO sostiene que la cooperación política y económica de los gobiernos debe estar coordinada con un programa de enseñanza y educación para promover dicha paz con proyectos internacionales de alfabetización, el diálogo amistoso entre las culturas y el intercambio de conocimientos. Del mismo modo, la UNESCO afirma abiertamente que no favorece ninguna posición filosófica en particular ni tampoco un método, sino la cultura de la paz. El proyecto dignifica al hombre y vela por prevenir toda clase de conflictos y hostilidades, «puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz» (Constitución de la UNESCO). La filosofía es un aspecto inseparable de la esencia de la UNESCO, ya que ésta fundamentó los principios éticos de su constitución y visión de la educación universal. Por lo cual, la institución pronto organizó una agenda internacional (1946) para fomentar el pensamiento filosófico por todas partes en el mundo.

No basta con luchar contra el analfabetismo, hay que determinar también cuáles son los textos que se hará leer a los seres humanos; no basta con trabajar en común para hacer descubrimientos científicos, hay que asegurarse también que cada ser humano comprenda que el valor de la ciencia reside menos en sus aplicaciones que en la emancipación del espíritu humano y en la creación de una vasta comunidad espiritual por encima de los clanes y de los imperios. Memoria sobre el programa de la UNESCO en materia de filosofía. Junio de 1946 (cit. por Pierre Sané, 2011, XI).

Así, comenzaron diversas actividades relacionadas con la filosofía como protagonista y la dignidad del hombre. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó la Declaración de los Derechos Humanos (véase la Resolución 217 A (III) Carta internacional de los derechos del hombre) (1948), se formó el Consejo Internacional de Filosofía y las Ciencias Humanas (1949) y después la Conferencia General (1950) de la UNESCO comenzó un plan para investigar cuál era el estado de la enseñanza de la filosofía en las escuelas. El proceso fue largo y requirió mucho trabajo. La realización de la encuesta constituyó un parteaguas para la filosofía (1952-1953). La filosofía, después de haber sido temida, prohibida e incluso perseguida en múltiples ocasiones de su historia, ahora era reconocida por su inmenso valor espiritual. El informe presentó la promoción del pensamiento filosófico para desarrollar un espíritu crítico, la exposición argumentada y la comunicación auténtica entre las culturas. Así como también expuso los nuevos retos para difundirla, repensar sus contenidos y planear sus metodologías de enseñanza. La siguiente fase del proyecto ocurrió cuando los países miembros solicitaron a la Organización un dictamen sobre el estado de la enseñanza y la investigación filosófica en todo el mundo, país por país (1978). Los coloquios internacionales se organizaron en puntos estratégicos y cada región comenzó a reflexionar sobre el lugar que ocupa la filosofía y sus problemáticas desde su historia y cultura, temas como la descolonización, la propia cosmovisión y el eurocentrismo. Los congresos de Nairobi, África (1980), Bangkok, para la región de Asia-Pacífico (1983), Lima, para América Latina y el Caribe (1985), Marruecos, para la región árabe (1987) y París para la región de Europa, que concluyó con una publicación de La philosophie en Europe (1993), bajo la dirección de Raymond Kubansky y David Pears. Posteriormente, se publicó La declaración de París a favor de la filosofía (1995) y también el mismo año se difundió el informe Filosofía y democracia en el mundo: una encuesta de la UNESCO (1995), dirigido por Roger-Pol Droit y apoyado por académicos de 66 países. Esta investigación continuó el debate sobre la relación de la filosofía con la política, la economía, la ética internacional y el lugar del ciudadano en el mundo (Pierre Sané 2011, xii-xv). De esta manera, la UNESCO reafirmó su compromiso de liderar una educación filosófica en todos los niveles académicos para formar espíritus libres con el poder de la reflexión analítica, el discernimiento de los discursos fanáticos y la aptitud para detener la desinformación.

Además, Jacques Delors —por petición de la UNESCO— propuso «Los cuatro pilares de la educación» en La Educación encierra un tesoro (1996), informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, los cuales son a saber: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. De acuerdo con esta filosofía de la educación, estos cuatro pilares constituyen una orientación para la enseñanza de los programas escolares y cumplir con los objetivos de reconstruir una sociedad mundial fundada en valores humanistas con miras hacia un mejor futuro. En relación con este tópico de la pedagogía en general, considero que las meditaciones de Jean Piaget son un aporte valioso para la educación y sus metodologías. Aunque suele ser visto como un psicólogo, pienso que tal vez debería ser más reconocido como un epistemólogo, cuyas contribuciones científicas indican un camino para una pedagogía humanista: el desarrollo de la(s) inteligencia(s). Piaget estuvo al tanto de los congresos internacionales sobre educación y reflexionó acerca del estado de la pedagogía en sus ensayos críticos Educación e instrucción a partir de 1935 hasta 1965 y luego continúo en Los nuevos métodos educativos y sus bases psicológicas. En estos ensayos, presentó varias tesis sobre la pedagogía y el desarrollo cognoscitivo. Sin embargo, quisiera destacar las siguientes ideas principales. Piaget sostiene que la pedagogía necesita una base científica y reconocimiento social en la comunidad científica como una ciencia autónoma, el profesor debe considerarse y formarse como un científico altamente especializado, y los programas académicos se deberían fundamentar a partir de los hallazgos de la comunidad científica interdisciplinaria y los contenidos escolares no deberían depender del estado administrativo, sino de un organismo o institución educativa (Piaget, 1983), así como la física no depende de ningún otro sector del conocimiento para su desarrollo teorético.

Más adelante, el programa educativo de la UNESCO instituyó el Día Mundial de la Filosofía en 2005 y más tarde divulgó el proyecto de La Filosofía, una escuela de libertad: enseñanza de la filosofía y aprendizaje del filosofar: la situación actual y las perspectivas para el futuro (2007), una investigación que propone una orientación pedagógica y una metodología didáctica acerca de la filosofía para niños en el nivel preescolar y primario o la edad del asombro por Michel Tozzi (Capítulo I), la enseñanza a nivel secundario y a nivel superior o la edad del cuestionamiento por Luca Scarantino (Capítulo II y III), sobre los otros caminos para descubrir la filosofía o la filosofía en la polis por Óscar Brenifier (Capítulo IV) y la enseñanza de la filosofía a través de una encuesta de la UNESCO autoadministrada con internet en un proceso de inclusión y colectividad por Pascal Cristofoli (Capítulo V). En concomitancia con la agenda de la UNESCO, el comité de investigación Humanismo-Europa (1994) y el Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización (2016) difundieron la investigación intitulada Teoría del humanismo (2010), dirigida por el Dr. Pedro Aullón de Haro, para fortalecer el movimiento filosófico a favor de la libertad y la dignidad del hombre. El proyecto de una teoría del humanismo se refiere a una parte central de un programa bibliográfico y bibliotecológico diferente a una simple recopilación de información, éste responde a una renovación del humanismo universal y la cultura hispánica, en especial a la Escuela Universalista Española del siglo XVIII dirigida por Juan Andrés (1740-1817), Lorenzo Hervás (1735-1809), Antonio Eximeno (1729-1809) y Francisco Javier Clavijero (1731-1787), entre otros pensadores no menos eminentes. En términos generales, la obra monumental presenta un amplio espectro temático desarrollado por numerosos académicos, de los cuales destacamos la problemática de la definición del término «humanismo», sus orígenes contextuales, su devenir histórico en las civilizaciones, los diferentes tipos de humanismos, la problemática de su desintegración en algunos momentos históricos y su relación con la modernidad y la globalización en la actualidad. Dicho con otras palabras, la teoría del humanismo busca la unificación de cada una de las culturas mediante la amistad, el conocimiento, el diálogo y la paz. En concordancia con esta agenda humanística, la ONU proclamó —entre otras resoluciones relevantes— el Día Mundial de la Armonía Interconfesional para la paz, la tolerancia y la comprensión mutuas en 2010 (resolución A/65/L.5 y Add.1) y también el Día Internacional del Yoga  para la paz y la salud física y mental de la población mundial en 2014 (resolución 69/131). El principio de la armonía es un tópico filosófico constante en la historia de las ideas científicas y filosóficas que también promueve la amistad entre las culturas.

Actualmente, el plan de la UNESCO está bajo la dirección general de Audrey Azoulay (2017-2025), Estrategia a plazo medio 2014-2021, en colaboración con otras grandes instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para enfrentar las necesidades y los problemas globales por ejemplo: la explosión demográfica, la trata de seres humanos, la extrema pobreza, el gasto insostenible de agua potable, el exceso de la producción industrial, el cambio climático, fuentes de energías seguras, reducción del riesgo de desastres, la protección de los segmentos más marginados en la sociedad, el incremento de la violencia contra periodistas, el derecho a una educación de calidad, las desapariciones forzadas, el narcotráfico, los nuevos genocidios y los conflictos militantes, por mencionar sólo algunas de las principales inquietudes y preocupaciones del siglo XXI en la consciencia de la humanidad. El proyecto educativo internacional sigue adelante en el servicio para cumplir los objetivos del Programa 2030, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el pasado 2015. ¿Será posible lograr todos estos objetivos que parecen ser casi imposibles de realizar? Hemos visto una síntesis de la herencia milenaria hasta el presente de tradiciones humanistas, cuya sabiduría constituyen teorías antropológicas y metafísicas completas que, por sí mismas, podrían convertirse en un refugio y un astrolabio para orientar nuestras vidas.

No obstante, todo este conocimiento requiere de un compromiso consciente tanto individual como colectivo para llevarlo de la teoría a la práctica, ya que cuando un conocimiento no se utiliza, éste pierde su sentido y eficacia. En su obra ¿Tener o ser? (1976), Erich Fromm concluye que, si la respuesta correcta es un cambio en el carácter de una tendencia psicológica del tener por el de ser para evitar el colapso individual y social, entonces la respuesta sería afirmativa siempre y cuando se comprenda la distinción entre las utopías de vigilia y las de sueño, se evite un optimismo ingenuo, se supere el narcisismo individual y social (inconsciente o consciente) y se evalúen las circunstancias reales para realizar la acción correcta en el tiempo presente. En concordancia con la filosofía del humanismo universal, Fromm sostiene que el cambio necesario del carácter humano puede modificarse, si existen las siguientes condiciones de acuerdo con la doctrina de las cuatro nobles verdades de Buda Gautama, las cuales son a saber: I. Sufrimos y nos damos cuenta, II. Reconocemos el origen de nuestro malestar, III. Reconocemos que existe una manera de aliviar nuestro malestar, IV. Reconocemos que para aliviar nuestro malestar debemos servir ciertas normas de vida y cambiar nuestra presente conducta (Fromm 1996, 160-161). La doctrina es una visión general de la existencia humana, y no responde de manera específica a los problemas sociales generados por el sistema regional o global, pero ésta puede coordinarse con teorías políticas y económicas que puedan salvaguardar al ser humano y la vida en el planeta. La educación y la ética humanista deben alentar el desarrollo de un «hombre nuevo» con una estructura de carácter orientada hacia la práctica constante de las siguientes cualidades éticas en proporción de las fuerzas morales de cada uno según sus propias circunstancias (Fromm 1996, 162-163).

§ Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente.
§ Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones.
§ Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da significado a su vida, sino que esta independencia radical y la no cosidad pueden llegar a ser la condición de la actividad plena dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes.
§ Estar plenamente donde uno se encuentra.
§ Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y explotar.
§ Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que no es sagrada la cosa, ni el poder, ni lo que está muerto, sino la vida y todo lo que contribuye a su desarrollo.
§ Tratar de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y los engaños.
§ Vivir sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una situación en que no se requieren engaños.
§ Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento crítico, no sentimental.
§ Desprenderse del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones inherentes a la existencia humana.
§ Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta suprema de vivir.
§ Saber que, para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y respetar la realidad.
§ Saber que ningún desarrollo es sano, si no ocurre en una estructura, pero conocer también la diferencia entre la estructura como atributo de la vida, y el “orden” como atributo de no vivir, de la muerte.
§ Desarrollar la imaginación, no para escapar de las circunstancias intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como medio para suprimir las circunstancias intolerables.
§ No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede admitir ser llamado inocente, pero no ingenuo.
§ Conocerse, y no solo el yo que uno conoce, sino también el yo que no conoce, aunque tenga un conocimiento vago de lo que no conoce.
§ Percibir la unión con la vida y, por consiguiente, renunciar a la meta de conquistar la naturaleza, someterla, explotarla, violarla, destruirla, y en vez de esto, tratar de comprender y cooperar con la naturaleza.
§ Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.
§ Saber que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no desarrollarse.
§ Saber que solo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas cualidades, y ser, sin la ambición de “alcanzar la meta”, reconociendo que esta ambición solo es otra forma de codiciar, de tener.
§ Ser feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan plenamente como se puede, resulta tan satisfactorio que es difícil preocuparse por lo que uno logra o no.

Dichas cualidades del «hombre nuevo» podrían acaso resumirse en el principio del autoconocimiento o la consciencia de sí mismo. Este principio se refiere en la tradición upaniṣádica como ātmānam viddhi (आत्मानम् विद्धि), en la tradición délfica o apolínea mediante la máxima gnóthi seautón (γνωθι σεαυτόν) y en la tradición latina temet nosce o nosce te ipsum (conócete a ti mismo). Una idea que se renovó con el lema de la ilustración en la locución latina sapere aude (atrévete a saber). La autoconsciencia es un tópico universal en el pensamiento filosófico. Aparte de ser un tópico clásico, también es un principio teórico y un valor moral, propios del «hombre nuevo», que permite el desarrollo saludable del carácter hacia una orientación del «ser» y no del «tener». Si bien es cierto que todo esto es harto difícil —acaso podría alguien replicar—, podemos responder que todo aquello que tiene un inmenso valor conlleva en sí mismo un incesante esfuerzo para vivirlo en el propio espíritu. Por lo cual, la cultura del esfuerzo es clave para la enseñanza en nuestras escuelas. Mientras nos sea posible practicar las virtudes, hay lugar para la esperanza en el corazón.

En suma, el proyecto de Estudios Sánscritos se integra a la filosofía del humanismo, el programa internacional de la UNESCO y el proyecto de la ONU por la dignidad del hombre mediante la educación, la ciencia y la cultura. Siendo así, se considera que la disciplina en el estudio de la lengua sánscrita y el estudio de la cultura índica fomentan el pensamiento humanista que labora con diligencia para crear una cultura de la paz y también reconoce la unidad en la multiplicidad de las diferentes culturas en el mundo. Por todo esto, el humanismo ecuménico es una necesidad global para los nuevos retos que enfrenta el ser humano como especie en el siglo XXI con el firme propósito de realizar cada vez más el ideal de una armonía sincrónica entre su propio ser y la naturaleza.

Referencias

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